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domingo, 24 de diciembre de 2006

Dos visiones medievales del emperador Adriano

Sorpresas te da la vida:

Cuando estudiamos la literatura sin acudir a los textos, obtenemos unos conocimientos más o menos profundos, pero generales. Los detalles, esos pequeños detalles que son indicios de un cambio importante, se nos escapan hasta que el azar nos los pone delante.

Y eso me ocurrió el otro día mientras leía una versión online de El cavallero Pláçidas.

De repente, el emperador Adriano ya no era el

omne muy sabio en griego et en latin, et no tan solamientre en lo fablar, mas en todas las artes que en estas dos lenguas son; ca en musica (...) era muy grand maestro; et en fisica, muy sabio a grand maravilla (...). E tan bueno fue en sus fechos quel puso nombre el senado Elio, que quier tanto dezir cuemo Sol en griego (...)


que describiera Alfonso X en su Primera Crónica General, sino una persona cruel (e fue de grant crueza, e puso mal su fazienda, e fue peor contra los christianos que el de ante [capítulo XX]) y cobarde (e el enperador ovo tan grant pavor que fuyó d’allý, e fuése para su palaçio [capítulo XXIV]).

¿Qué pasó en los poco más de cincuenta años que separan las dos obras?

Casi nada:

La rebelión de Sancho IV contra su padre y la ascensión al trono contra las disposiciones regias provoca que la cultura del reino tome un rumbo diferente, en parte por la necesidad de crear una imagen propia de la nueva monarquía: se acabaron las veleidades con las otras culturas, incluyendo la de la Antigüedad clásica. Ahora prima la confianza absoluta en Dios (como se manifiesta una y otra vez en los Castigos).

Es verdad que El cavallero Pláçidas es posterior a Sancho IV. Pero la visión del rey pervive en su mujer, doña María de Molina, quien, desde un segundo plano (primero como reina-madre y después como reina-abuela), sigue manejando los hilos del entramado cultural y dotando a la nobleza de una serie de textos que le muestre cuál es su lugar en la corte y qué se espera de ella.

No quiero que se interprete esta nota como una alabanza del rey Sabio y un menosprecio de los posteriores. Ni mucho menos: a esta nueva ideología debemos obras tan interesantes como el Libro del cavallero Zifar o la producción del infante Don Juan Manuel. Sólo quería recordar lo importante que en ocasiones son los pequeños detalles. También en la literatura.

Y después de este rollo, lo que corresponde a un día como el de hoy:

¡¡Feliz Navidad!!

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