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jueves, 31 de enero de 2008

Leer en el móvil: la Expedición de los catalanes y aragoneses..., de Moncada

Hace unos días terminé el primer libro que he leído por completo en un teléfono móvil y la experiencia -en contra de lo que pueda pensarse- ha sido completamente satisfactoria. Sólo he echado en falta la posibilidad de subrayar, pero la suplí con la toma de notas en el propio aparato.

La obra escogida para el estreno fue la amena Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos (1623), de Francisco de Moncada, conde de Osuna.

En ella se relata las aventuras de la célebre compañía catalana en el Imperio bizantino, desde su salida de Sicilia tras la paz de Caltabellotta (1302), hasta poco después de la conquista del ducado de Atenas (1311).

Como el propio autor indica en la dedicatoria a su tío Don Juan de Moncada, arzobispo de Tarragona, el motivo que le impulsó a escribirla fue el deseo de conservar memorias casi muertas de la patria que merecen eterna duración y de añadir lustre a la historia de su propia familia, que había desempeñado un papel importante en la Grecia catalana.

Este último objetivo no lo pudo cumplir, ya que su labor como diplomático y las guerras de Flandes le impidieron redactar la segunda parte de la historia de Grecia bajo el dominio catalán.

Para la elaboración de su relato, el Conde de Osuna -que poseía una sólida formación humanística- se basó en las crónicas de Ramón Muntaner, en la de Bernat Desclot, en los Anales de Jerónimo Zurita y en la historiografía bizantina, de la que se vale para completar y -cuando es posible- contrastar el testimonio de Muntaner, a quien, como testigo ocular que fue, considera uno de los escritores de mayor crédito, que intervino siempre en los consejos y ejecuciones más graves de la expedición (cap. 5).

Cuando el mismo episodio es tratado por el español y un cronista bizantino, Moncada compara ambas obras. La mayor parte de las veces se impone el testimonio del catalán, pero no siempre ocurre así (sobre todo en los últimos capítulos, en cuyos sucesos ya no participó).

Las fuentes bizantinas influyen también en la descripción del marco geográfico.

Otro rasgo destacable es la implicación del autor en la narración: Moncada comenta los hechos, enjuicia las actitudes, recuerda acontecimientos más próximos en el tiempo que sirven como ejemplo y extrae enseñanzas para el buen gobierno.

Ya he empezado una nueva lectura: la Crónica troyana, Burgos, 1490, según la transcripción de Erin M. Rebhan, convenientemente pasada a texto plano.


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