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domingo, 14 de enero de 2007

Los prólogos de Lope de Ayala y Fernán Pérez de Guzmán

Una de las cosas que me ha enseñado el estudio de la literatura medieval es la importancia de los prólogos.

Hoy he releído el de las Generaciones y semblanzas y es demoledor, pues echa por tierra -y no sin motivo- todo el entramado cronístico de Juan II.

Cuando llegué a las cualidades del estoriador, una me resultó conocida:

La segunda, que el sea presente a los prinçipales e notables abtos de guerra e de paz; e porque serie inposible ser el en todos los fechos, a lo menos que el fuese asi discreto, que non reçibiese informaçion sinon de prersonas dignas de fe e que ouiesen seydo presentes a los fechos.
Ya había leído algo similar:

E por ende de aquí adelante yo, Pero López de Ayala, con el ayuda de Dios, lo entiendo continuar así lo más verdaderamente que pudiere de lo que vi (...), otrosí de lo que acaesce en mi edad e en mi tiempo en algunas partidas donde yo non he estado, e lo supiere por verdadera relación de señores e caballeros, e otros dignos de fe e de creer, de quienes lo oí, e me dieron dende testimonio, tomándolo con la mayor diligencia que yo pude.
Esta mañana, mientras paseaba, le daba vueltas al libro de Pérez de Guzmán. Me preguntaba, por ejemplo, por qué comenzar las semblanzas con la de Enrique III, padre de Juan II. De repente caí en la cuenta de que la crónica de este rey fue la última en la que trabajó el Canciller y que la dejó inconclusa. Al no fiarse su sobrino de lo que pudieran hacer los sucesores en el cargo, quizás decidiera retomar el cabo suelto y dar su visión de aquel desastroso siglo XV.

Seguramente no será éste el motivo y algún erudito ya habrá contestado mi pregunta, pero la respuesta me satisface.



Por cierto, he cambiado el blog a la nueva versión de Blogger. Espero no daros ningún quebradero de cabeza.

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